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Redacción.

El cuerpo de Santa Teresa sigue incorrupto: ¿cómo explica esto la ciencia?

La Iglesia Católica española está de enhorabuena después de la apertura del sepulcro de Santa Teresa de Jesús, 110 años después de la última vez. Como otros muchos santos de la época, su cuerpo incorrupto fue requisito necesario para su canonización. Su corazón, su mano y su brazo, separados del resto del cuerpo, se han mantenido en exposición desde su muerte. El corazón y el brazo lo han hecho en Alba de Tormes, Salamanca, donde también está la tumba. En cambio, la mano se ha mantenido almacenada en un relicario en Ronda, Málaga. Todas estas reliquias siguen incorruptas a día de hoy, pero quedaba saber si el resto del cuerpo también lo estaría.


La última vez que se abrió el sepulcro fue en 1914. Entonces se hizo una foto para hacer el seguimiento de su estado de conservación, por lo que el objetivo ahora era comparar esa imagen con su estado actual. Y no había que comparar nada, porque parece ser que el cuerpo sigue exactamente igual.


Eso es lo que han declarado a los medios de comunicación el postulador general de la Orden del Carmelo Descalzo, Marco Chiesa, y el prior de Alba de Tormes, Miguel Ángel González. Con esta nueva apertura no solo se buscaba comprobar si el cuerpo incorrupto de Santa Teresa podría seguir considerándose como tal. También quieren estudiar su cadáver para conocer datos sobre sus últimos días. Saber qué enfermedades padecía o qué lesiones podrían causarle dolor. Por ejemplo, ya se sabe que tenía espolones en los pies y que esto posiblemente le producía dolor al caminar.


Como es lógico, desde la Iglesia Católica asocian esa incorruptibilidad del cuerpo de Santa Teresa a algo milagroso o divino. ¿Pero a qué puede deberse en realidad? ¿Por qué algunos cuerpos se descomponen poco después de la muerte y otros permanecen casi intactos con el paso de los años?


La ciencia del cuerpo incorrupto


El hecho de que un cadáver no se descomponga puede deberse a varios motivos. En primer lugar, si se encuentra en un lugar muy frío y seco, se deshidratará muy rápido, impidiendo la proliferación de microorganismos, que necesitan agua para vivir. El cuerpo se vería consumido, pero no se pudriría de la forma habitual.


También hay algunos terrenos en los que la exposición al oxígeno es tan baja que la mayoría de microorganismos descomponedores de la carne no pueden proliferar. Ocurre, por ejemplo, en terrenos arcillosos o en criptas muy bien selladas.


Por otro lado, está el tema de la saponificación. Esto ocurre en esos lugares sin oxígeno a los que no pueden acceder la mayoría de microorganismos. En algunos casos sí que llegan hasta allí ciertas bacterias anaerobias o, lo que es lo mismo, bacterias capaces de vivir sin oxígeno. Para obtener energía, transforman la grasa presente en los cadáveres en una sustancia similar a la cera, conocida como adipocera. En el proceso reaccionan también la sales alcalinas que pueden provenir del terreno o del propio cadáver.


La adipocera actúa como una especie de agente embalsamante, protegiendo el cuerpo de la descomposición. Pueden producirse alteraciones del color y la textura de la piel, como se ha visto en más de un cuerpo incorrupto, pero en general se previene la descomposición. Es algo que también puede pasar con cadáveres que han permanecido mucho tiempo en el agua con gran concentración de sales alcalinas.


El curioso caso del cementerio portugués


A veces, incluso en un mismo terreno puede que unos cuerpos se conserven y otros no. Es lo que ocurre en un cementerio de Portugal, en el que por falta de espacio se exhuman los cuerpos cada 3 años para comprobar si ya se han descompuesto por completo. Si es así, se transportan los huesos a otro cementerio. Si no, se vuelven a enterrar y se repite el proceso cada dos años. Se ha visto que, aun tratándose del mismo tipo de terreno y las mismas condiciones climáticas, hay algunos cuerpos que se descomponen rápidamente, mientras que la mayoría tardan muchos años.


No se sabe cuáles son las causas, pero se sospecha que podrían ir mucho más allá del terreno. Podrían estar relacionadas con el consumo de tabaco, medicamentos o ciertos alimentos de las personas cuando aún estaban vivas. Quizás en el caso del cuerpo incorrupto de algún santo también pudo pasar algo así.


Santos que huelen a flores


Antiguamente, para que una persona pudiera convertirse en santa después de su muerte, la presencia de un cuerpo incorrupto en su tumba era un requisito necesario. Si además su cuerpo olía a flores, mejor que mejor.


Esto último le daría un mayor estatus de incorruptible. Sin embargo, hay algo interesante en ello, pues más allá de la parte mística, el olor a flores sí que puede tener cierta relación con la descomposición de la carne.


Flores blancas


El indol a bajas concentraciones huele a flores blancas. Crédito: Debby Hudson (Unsplash)

Esto es culpa del indol, una sustancia resultante de la descomposición del triptófano. Debido a su origen, se encuentra en un montón de procesos metabólicos, tanto en humanos como en plantas. Según su concentración, pueden tener un olor muy distintos, pues está tanto en las heces como en el brócoli hervido, los cadáveres en descomposición y algunas flores. A bajas concentraciones su olor es el típico de las flores blancas y el jazmín, mientras que a concentraciones altas huele a cadáver. Por eso, quizás esos cadáveres tenían una concentración baja de indol que hacía parecer que el cuerpo incorrupto olía a flores.


No todo cuerpo incorrupto puede ser santo


El requisito de tener un cuerpo incorrupto para la canonización se cambió después de que a la Iglesia Católica no le saliesen las cuentas. Había personas que merecían ser santas por sus actos, pero su cuerpo se descompuso con normalidad. En cambio, algunas cuyos actos distaban mucho de ser dignos de la beatificación sí que permanecieron incorruptos tras su muerte. Es, por ejemplo, el caso del cardenal Schuster, un eclesiástico italiano claramente fascista y gran amigo del dictador Benito Mussolini. Como para hacerlo santo.


Dejando a un lado las decisiones de la Iglesia y centrándonos en la ciencia, que es lo que nos importa, hay muchos motivos por los que un cuerpo puede no descomponerse con el paso de los años, o incluso de los siglos. Y no hay nada divino en ello. Simplemente se trata de ciencia.


**Con información de HIPERTEXTUAL

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